16.2.08

descanso

9.00
Sinatra y todos los fuegos de Cortázar me acompañan
algo siente todo mi cuerpo
una sacudida que no entiende
ahi me acuerdo que los motores de los bondis larga-distancia se sacuden antes de salir.
Otra vez parto, es ya la tercera desde que empezó el verano, pero hoy el vacío del lado me dice que es distinto. Este es realmente mi viaje.
Córdoba Mendoza es la primera escala, sumergida en mi lectura me dejo aplastar por los párpados hasta llegar sutilmente a mi submarino.
Duermo.Duermo y nunca me despierto.
En algun momento de la noche se me une una mujer y su pequeña personita. Ella llora. Yo duermo.
Me levantan unos gritos, es a mí. Me esta gritando el chofer del bondi:-Rubia, dale dale te estan esperando para ir a chile!!! pensábamos que no quedaba nadie pero estaba tu valija en el maletero!! dale dale Rubia despertate!!!
Saliendo del transe me acuerdo que en Mendoza cambiaba de línea para ir a Santiago.Corriendo por la terminal llego a la plataforma 17, dos personas me esperaban (riendo, por suerte) señalando el reloj imaginario que creyó haber tenido uno de ellos, en esas clásicas señas con dedito índice apuntando a la muñeca izquierda me intentaban decir lo que en este momento ya era evidente por las caras que me acosaban entrando al bus.
8.20 sale el bus, su horario original era 7.15, a esta altura creo que duendes y hadas se apoderan de mi cuando cierro los ojos, hoy tengo miedo de volver a hacerlo.
Quiero estar despierta para cruzar la cordillera, hace mucho que no lo hago, espero ansiosa la llegada del famoso caracol. Nuevamente siento esa sacudida en mi cuerpo, ese temblor, ésta vez son las horas sin comida que he pasado. Es oficial:estoy famélica. Carlos, el acompañante del chofer que también es el mío nota mi cara amarilla de desnutrición y me da no uno sino dos alfajores. Esos cubiertos con azúzar imparpable que uno siempre guarda en el bolso de mano hasta que se lo regala a alguien o en su defecto los tira. Pero no, hoy los como y que delicia de bocadillo son éstas dos bolas de nieve para mi organismo!
Comienzan diálogos de lo más extraños entre Hugo (chofer), Carlos y yo; de a ratos creo debo preocuparme porque Hugo rara vez mira para adelante, de tanto en tanto banquinea y hace rato bosteza... pero no, hoy no tengo ganas de que esos nudos invadan mi paz.
Cosas raras pasan en este viaje, una calcomanía psicodélica adorna mi asiento "Jesús te ama", un rosario cuelga del espejo(te) retrovisor que al tirarlo para abajo acciona la bosina del ómnibus, tomo mirinda y me gusta, ni que hablar de cómo disfruto los húmedos sandwiches de miga.
Me busca el submarino nuevamente, lucho con el peso inmesurable de mis ojos, pero me dejo vencer... una horas y me despierto sola, veo nieve a lo lejos y cuando miro para la izquierda veo que no es Carlos quien viaja al lado mío sino Hugo, por un instante pienso que esa preocupación debería haber venido hasta que ver a Carlos en el volante me relaja los músculos de nuevo.
Santiago se vuelve real, agarro mis bolsos, me despido de C y H, me subo a un taxi. Vamos para Bellavista-mientras saco el papel que imprimí con hostels de Chile-había decidido ir a La Chimba Hostel, lo poco que alcancé a ver eran sus 90 puntos otorgados por sus visitantes.
La decepciçon llega cuando al ver la direcciçon preimpresa de mi alojamiento leo:La Chimba HOstel, close to the metro, in the heart of Bellavista, Santiago`s bohemian barrio. La Chimba is clean, safe and fun. Si si, esas son mis cordenadas y Marcelo no está mucho más informado.
2 hs recorriendo las cuadras de éste barrio bohemio, al menos no mintieron con eso, bares, galerías de arte, graffitis, comida de todos los lugares del mundo, pero no... no Chimba. El teléfono no me anda y como es día festivo (?) los cybers o centros de telellamado no abren.
2 hs y Marcelo me prometío que no me va a dejar sola, que vamos a encontrar mi hostel. Nos bajamos juntos al único centro de llamado que se dignó a abrir en éste sábado, encuentro la dirección, si, era en el corazón de este ya conocido barrio, volvemos. Toco el timbre, Marcelo baja mis bolsos, nos despedimos con un abrazo, me deja su telefóno y se va.
Entro con una alegría máxima para resevar mi cuarto. Espero que los dos australianos que estan delante mío se registren, dos segundos más tarde me pregunto por qué esperé. Ellos acaban de tomar los dos últimos lugares.
Sin cama pero con una ducha y un depósito para dejar los bolsos espero a Andres.